11.1.11

Vivir sin aire.

Volver a casa, a la soledad de mi habitación, al calor insoportable de la ciudad fue horrible. El primer vistazo que le di a mi cuarto fue nostálgico; ya hasta me había olvidado de cómo era, de sus oscuridades, de sus soledades. Otra vez sola. En esos momentos es cuando entendés cómo un viaje te cambia. ¿Por qué los viajes nos cambian? ¿Por qué sentía que ya no era la misma que hacía menos de un mes había partido? Regresar a casa es una mezcla de sensaciones. Por un lado se puede decir que está la melancolía y por otro la felicidad. Felicidad por el simple hecho de volver a casa, porque, en casa, siempre hay algo de paz; y melancolía por todo lo nuevo que tuvimos que dejar atrás, todo a lo que nos acostumbramos a tener.

Dicen que el hombre es costumbrista y es verdad, nos gusta la costumbre. Nos desconcierta, nos inquieta cualquier cosa que nos saque de eso. "¿Para qué cambiar si así estamos bien?" ¿Cómo hacer para aprender a vivir sin eso que, creés, es la razón de tu vida? Da pánico volver y darse cuenta de que todo cambió, de que nada es como solía ser. Cuando te acostumbrás a un olor, a un tipo de piel, a una sonrisa, a un amor... Perder eso es como tratar de vivir sin aire.

No hay comentarios:

Publicar un comentario